El aire | Colegio Merici

El aire

Alejandra Haber Sansores 4to B

Yo, como todo lo valioso, nací como fruto de la revolución. De la injusticia. Del desequilibrio. De la necesidad frente a la opulencia. Del exceso de luz, de la falta de sombras. De la abundancia de la simpleza. De la esperanza de la complejidad. De la dificultad que trae la variedad.

Tomé mi situación, y decidí ser consecuente. Decidí levantar mi voz. Tomando mi lugar como monarca de una nueva dimensión. Elevado por los brazos de la antigua existencia, me elevé a la importancia, desde donde pude, por primera vez, experimentar el deleite de la nueva vida. De la densidad celular, de la monstruosidad.

Observé a todos mis monstruos con mucha atención. Estuve presente en sus primeros pasos, su primer respiro, su primera manifestación. Y en un solo caso, su primera destrucción; cosa que me dejó en claro que nunca habría uno peor. Nunca habría un animal que me causara tanto conflicto. Que tanto me hiciera anhelar. Que tan controversial, y tan brutal, hiciera mi amar. Porque ¿Cómo podría yo estimar a quien destruye mi forma de pensar? ¿Idolatrar a quien destruye y minimiza a otros como si no fueran su par?

Pero debo admitir mi condena, esa pena, que tanto me llena. Que, aunque claramente nada compensa, por lo menos declara realeza. Por lo menos esos seres tan atroces me han dado de sus luces, de sus voces. Ciertamente me han odiado, pero también me han rogado. Algunos, alguna vez, incluso me han amado.

Los antiguos griegos me llamaban movimiento, el arriba. Los griegos comunicaron su mensaje a los romanos; los romanos, indirectamente, a los mexicanos. Mi nombre es Vozdukh, mi nombre es Luft, mi nombre es Bayu. Ody, Aeras, levegő. Aero, kuki, lofti. Lé, guvan, agaar. Hewa, udara, aer. Hau, lucht, không khí. Pavietra, Gaiss. Luft, luft, luft. Luft, zrak. Luft, luft, Ohku. Luft, luft… Air, Aire.

Mis amigos son el agua que hidrata, que lava, que purifica (bendecida o no); el fuego que alumbra, que calienta. La tierra que cobija y que nutre. Mis amigos son los cuerpos del mundo. Mi casa tiene cuatro patas, tiene dos alas, colmillos y un pico. Tiene aletas, branquias, y zapatos. Mi casa son los monstruos del mundo. Grandes y pequeños. Mamíferos y herbívoros. De tierra y de mar. Todos, sin excepciones.

Mi labor es observar; ver cada detalle. Apoyar al futuro, y caminar el pasado al recuerdo.

Ayudar al futuro a no olvidar, a soportar, y a superar. Vigilar el buen transcurso del tiempo.

Mi tarea es ser visto de reojo, o ser visto con desprecio. Ser manipulado, y tratar de ser olvidado.

Bueno, en realidad no siempre. Los ideales y las creencias relacionadas conmigo han cambiado drásticamente a lo largo de la historia. Me han llamado la vida. Me han llamado la muerte. Me han llamado la dicha, y el dolor. Me han dicho ángel, me han dicho santo. Me han dicho la tumba, y el diablo. Y no tienen razón, pero tampoco están equivocados.

El humano no entiende que en la vida hay consecuencias. Un simple vistazo a la tierra y a la realidad superficial que es la vida humana te deja eso en claro. Los desechables, el famoso “fast fashion”, el petróleo, la desigualdad, todo es el resultado de vivir pasivamente. De no tomar decisiones, cuando finalmente, no tomar una decisión es una decisión en sí. No puedes disfrutar cada momento de una vida que no acaba. Yo les doy la vida, pero la vida conlleva la muerte. Y, por alguna razón, el humano a veces lo comprende, y muchas no.

En el periodo arcaico la gente moría muy fácilmente. No existe en este momento ningún recuento directo en su más estricto sentido de este periodo de la historia, así que simplemente tendrán que confiar en mí. Al estar expuestos a innumerables depredadores, y a formas muy rudimentarias de medicina, entregarme a un ser querido no era más que un acontecimiento casi rutinario, y aunque muchas veces rápido, ciertamente doloroso. Pero, diferentes tribus tomaban mi intervención de maneras diferentes. Algunos me temían, decían que no era natural. Otros me aceptaban, veneraban mi presencia, pero hablaban de reinos extraños después de la expiración. De alguna o otra manera, no me aceptaban, siempre me alienaban.

En la pre-literatura, es decir cuando el hermoso arte de la escritura era una práctica extraña para la humanidad, la gente tenía una actitud asquerosamente ridícula hacia mí. Insisto, claramente en la pre-literatura no había literatura que conservar, así que ahí les va mi humilde palabra. La gente se preocupaba de mi influencia y mi perjuicio hacia los vivos una vez que el ser querido había caído. En algunos pueblos la gente era recordada por la tradición oral, pero en otros, una vez que se iba, la gente no pronunciaba una sola palabra en su nombre por el resto de la eternidad. Ofrecían banquetes -dirigidos a mí- para aminorar el supuesto efecto en ellos. Y claro que, aunque no afectaría en nada, no me quejo de un elotito de vez en cuando.

En la edad antigua, particularmente en Grecia, la gente insistía en que había un mundo más allá. Platón escribió que la muerte era el momento más importante para el conocimiento, que para poder apoderarse del entendimiento, primero tendrían que librarse del cuerpo. ¡Qué noción tan estulta! Sócrates manifestó, por otra parte, una noción que me conmovió. “El temor a la muerte, señores,” declaraba “no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe.” Por una vez, agradezco, aceptando la ignorancia humana y la insensatez de creerse más. “Quizá la muerte sea la mayor bendición del ser humano, nadie lo sabe. Y sin embargo, todo el mundo la teme como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males.” Que tal, Sócrates, ¿Estarías de acuerdo todavía? Me gustaría pensar que si. Eurípides, por su parte agregó “A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos.”

Del siglo VI al XII a.C., fui parte de la vida. La gente aceptaba como su destino ser plantado en la tierra para no ser visto jamás, como se acepta un descanso cuando ya no se puede más. Leonardo Da Vinci manifestaba que “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, una vida bien usada causa una dulce muerte.” Se tenía la idea de que la muerte de uno mismo no dolía, que no era causa de sufrimiento ni de preocupación de antemano. Que la que dolía era la de seres queridos porque, aunque eran conocidos, siempre había algo más que podrían haber dicho, que podrían haber hecho. Porque, como una niñita inmortal luego diría “El arrepentimiento es más fuerte que la gratitud.” Y yo, sinceramente estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo con la idea humana. Estoy de acuerdo, porque yo también he perdido seres queridos. He perdido hermanos. He perdido hijos.

Para unos yo significaba dejar los placeres de la vida detrás; para otros significaba la escapatoria de los problemas de la vida. La segunda, aunque no en la literatura, siendo la más común en el mundo. Si pudieran regresar y ver lo que yo ví, no tendrían duda de eso.

“When compared with the stretch of time unknown to us, Oh King” decia San Beda el Venerable “The present life of men on Earth is like the flight of a single sparrow through the hall where, in the winter you sit with the captains and ministers. Entering at one door and leaving by another, while it is inside it is untouched by the wintry storm; but this brief interval of calm is over in a moment, as it returns to the winter whence it came, vanishing from your sight. Man’s life is similar; and of what follows it, or went before, we are utterly ignorant.” San Beda describe la vida como el vuelo de un gorrión por un bar durante una tormenta. Mientras está adentro la nieve exterior no lo toca. Pero, finalmente tiene que regresar a la postura en la que estuvo antes. Tiene que regresar a la tormenta. La vida humana es muy parecida en ese sentido, decía, de lo que viene y de lo que pasó antes somos completamente ignorantes.

Alrededor del siglo XII, la iglesia lo controlaba todo. ¡Ah, la iglesia, que tantos males me causa! La gente se empezó a preocupar más sobre sí misma que sobre los demás. La preocupación de la inevitabilidad de la muerte propia sobrepasaba la tristeza por la de los demás. La creencia de obtener un lugar en el ‘cielo’ se hizo más importante que los otros hicieran lo mismo. ¡Qué estrés la humanidad en ese momento! ¡Como si no fueran ya lo suficientemente egocéntricos! Del siglo XII al XVII, la ciencia empezó a acomodarse en el lugar de la religión, empezando a gobernar el mundo, empezando por la aristocracia y luego extendiéndose al resto de la población; pero la perspectiva narcisista no cambió. ¡Qué siglos más difíciles para mí! Aunque como todo, claro que existen excepciones. Fue en este mismo periodo que Shakespeare escribió “Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte, los valientes gustan de la muerte una única vez.”

Del siglo XVII al XIX, la percepción sobre mí volvió a cambiar, esta vez hacia una mejor, más respetuosa; sinceramente, mi favorita. La muerte de los demás regresó a tener más importancia que la propia. Pero, sobre todo, en ese siglo fui romantizado, y representado como compañero de la humanidad en el arte y la literatura. Conocerme era considerado una experiencia magnífica y pacífica. Pintores me dedicaban su lienzo, compositores sus sinfonías, y los poetas y escritores me dedicaban sus vidas. Me amaban, y me defendían.

Robespierre me llamó “el comienzo de la inmortalidad”. Mark Twain dijo que quien vive de verdad está preparado para morir en todo momento. Dickinson, “That it will come again is what makes life so sweet.” Saber que nunca habrá otra hace la vida tan dulce. Oscar Wilde, “Death must be so beautiful”. To lie in the soft brown earth, with the grasses above one’s head and listen to the silence. To have no yesterday, and no tomorrow. To forget time, to forget life, to be at peace.” La muerte debe ser tan maravillosa. Estar acostado debajo de tierra suave. Tener pasto sobre la cabeza, y escuchar el silencio. Sin tener un ayer, o un mañana. Olvidar el tiempo, y olvidar la vida.

En el mundo moderno, no existe ningún consenso de percepciones ni de ideas. Hay gente que me quiere, y hay gente que me odia. Que me ignora, y que me honra. Que me glorifica, y que me acoge. Esta es una época comprendiendo todas las otras. La fé de una, la ciencia de otra. La negación, el agradecimiento. El entendimiento, y la intransigencia. Para ser un mundo que trata de prolongar la vida, que lucha por mantenerme alejado, hay mucha admiración, y mucho respeto, dirigido hacia mi. “Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”. Mario Benedetti. “La muerte sólo tiene importancia en la medida de que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.” André Malraux. “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.” Jorge Luis Borges.

El mundo actual venera la comodidad, ante todo. La certeza antes que la emoción. Los que me odian me tratan como un proceso antinatural, extraño, e inesperado. Cuando la realidad, y todos lo sabemos, es que “Lo único que llega con seguridad es la muerte.” Gabriel García Márquez. Lo único normal, lo único de lo que se tiene certeza en esta vida soy yo. El nacer no es algo asegurado, pero una vez que lo has hecho, “Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte.” Sigmund Freud.

La muerte es un refugio. Cuando no estés seguro de lo que depara el futuro, siempre estaré aquí para confortarte, para darte una mano cuando te decepciona el mundo humano. Y no temas, no te llevaré, porque recuerda que “Mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos.” Antonio Machado.

No dudes. No tengas rencor. Si me he llevado a tu madre, a tu padre, a tu mentor, te pido que recuerdes que no tuve otra opción. Recuerda, y cuando medites sobre mí, espero que te haya convencido a pensar sinceramente que “La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, los guarda y los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.” François Mauriac. Y si tu ser querido ha tenido una vida extensa, por la cual regocijar, su partida no debe ser motivo de duda ni contienda. Recuerda, y no lamentes ese momento, porque “La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto.”

“A legacy is etched into the minds of others and the stories they tell about you.” El legado se marca en las mentes de otros, y en las historias que cuentan sobre ti. Shannon L. Alder. “Our dead are never dead to us until we have forgotten them.” Nuestros muertos no mueren para nosotros hasta el momento en el que los olvidamos. George Eliot. Entonces, si el legado se marca en los demás, y las personas no mueren hasta ser olvidadas. ¿De verdad te he privado de quien ha estado siempre a tú lado? ¿De verdad me merezco ser odiado? ¿De tratar de ser olvidado? La humanidad habla de mí como si fuera la más grande tragedia, cuando “la muerte es simplemente otro camino que todos debemos tomar.” J.R.R. Tolkien. “La muerte solamente es el final si asumes que la historia es tuya.” The Word Alive.

“Los hombres temen a la muerte como los niños tienen miedo a la oscuridad, y de la misma manera que este miedo natural de los niños es aumentado por las historias que se les cuentan, lo mismo ocurre con el otro.” Francis Bacon. Todos los días soy tratado con gentileza, y todos los días soy tratado con hostilidad. La aceptación surge de la nueva vida, y el odio de la madurez. Intenta recordar y verás que no soy indigno de corazón, que no soy villano de naturaleza. Paso mis días sufriendo. Viendo mi propia densidad contaminar a la nueva vida. Escuchando un mensaje con mi voz, pero no mis palabras, incitando mi celebración y mi lamentación simultáneas. Ver pequeñas cabezas captar mensajes deshonestos sobre la realidad, la vida, para luego profesar ese mismo mensaje a otras pequeñas cabezas por el resto de la eternidad.

“Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir.” Federico García Lorca.

¿Por qué el nacimiento es celebrado en todos los rincones del mundo, y la muerte es resentida en cada uno de ellos? Yo soy la vida, y soy la muerte. Mis dos formas son asimismo naturales, igualmente sagradas. Entonces, ¿por qué son tratadas tan diferente? ¿Qué sentido tiene glorificar algo a futuro y estigmatizarlo cuando, en efecto, ha pasado? ¿Qué sentido tiene glorificar la incongruencia?

Yo soy la vida, y soy la muerte. Soy la dicha, y el dolor. Soy un ángel, soy un santo. Soy la tumba y soy el diablo. Y eso es lo que estoy destinado a ser por el resto de la eternidad. Observar, recordar, soportar, y superar. Ser visto con desprecio, ser manipulado, y tratar de ser olvidado.

El humano está obsesionado con la vida, la supervivencia, y la decepción. Con lo inalcanzable. Y hace todo, sin importar a quien perjudique, para lograr sus caprichos. Y de todos modos, no lo logra.

El humano es el monstruo más grotesco y horripilante de todos. Desmedido, deforme, y parcial. Es el animal más cruel que jamás pondrá pie sobre la tierra.

Y yo, el humilde servidor del mundo forzado a observar su malicia. Ver a los mares subir su nivel, a la tierra agitarse bajo sus pies, al mundo quemarse bajo su inmerecida custodia. Llorar a los otros monstruos al olvido, y aun así ser su principal espectador. Su mayor admirador, y ávido lector.

Pero, por lo menos sé que está horrible época de la historia pasará, y este capítulo se resolverá. En este momento, al libro del mundo no parece quedarle muchas hojas. Y las pocas que le quedan irán cayéndose una por una hasta que no quede nada. Hasta que el mundo regrese a la simpleza carente de una revolución.

Y algunos seguiremos aquí, haya vida o no. Agua. Tierra. Fuego. Estaremos como siempre lo hemos hecho, viviremos como lo hemos vivido. Tendremos todo el tiempo del mundo. A menos de que el monstruo cruel ponga sus garras en el lienzo de la realidad, y de una vez por todas rompa hasta el último hilo. En ese caso, no estaremos aquí. Desapareceremos. Y ya no viviremos.

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